Hola Lindura:
No hay manera de que
pueda descansar, me asaltas en mis sueños, tuve una pesadilla, te
caías en un charco y no te podía sacar, lo intentaba con todas mis
fuerzas, usaba elementos que apenas podía reconocer, pero no era
capaz de sacarte de ese oscuro hueco que poco a poco se convertía en
una sima, hasta que despertaba, encendía mi teléfono y miraba tu
foto, nada era real, gracias a Dios.
Mañana, vuelvo a viajar,
otra vez, espero que pueda enterarme bien de eso que hablamos, la
verdad es que en este mundo las certidumbres cada día son menos,
pero a pesar de ello creo que sacaré en claro lo que hace falta
saber, quemo otra etapa y ya quedan menos, es alentador por una parte
pero exasperante por otra, nada nuevo en el horizonte, o si.
Esta mañana corría con
la luna hasta que se nos unió el sol, es de esos momentos que
ensanchan el alma, porque creo que me estoy convirtiendo en una
suerte de esponja, todo lo que es bello, o al menos a mi así me lo
parece, me atrae irremisiblemente, trato de absorberlo con todas mis
fuerzas, como si esa fuera una necesidad perentoria a la que no puedo
sustraerme, creo que ya soy adicto.
Al llegar a mi habitación
la ducha ha sido desacostumbradamente larga, había madrugado mucho y
me dio tiempo, pensaba que acaso a ti no te guste correr antes del
amanecer, quizás prefieras los atardeceres e incluso deba cambiar mi
ritmo, del galope sostenido al trote insustancial e incluso al paso,
muy cadencioso o irregular, hasta llegar a pararnos a distraernos con
cada segundo de nuestra charla, pues la velocidad no es importante,
lo vital es la compañía, tu incomparable compañía, que anhelo más
cada día.
Desde un lugar bien
remoto, no muy lejano a ninguna parte,
se despide con un sentido
beso, por tu amor siempre nacido,
este hombre que no puede
ni quiere, dejar nunca de amarte.
P..T..
Su luz lo inunda todo con
una singular tonalidad,
yo me dirijo recto hacia
ella sin poderlo remediar,
la atracción es sincera
porque me gusta de verdad,
una dulce vereda que
siempre vuelvo a encontrar.
Mil ramales me tientan
aún con suma carnalidad,
pero aunque me distraiga
no puedo al fin evitar,
volver al sendero que
conduce a tu singularidad,
pues es tu sonrisa
radiante la que me hace levitar.
Me va marcando el camino
que debo recorrer,
ayudado por esta luna que
conoce tu donosura,
y que alumbra los baches
que yo no puedo ver.
Así se nos une el sol
para sentir nuestro placer,
de vernos así reunidos a
todos contigo lindura,
y vivir la gran dicha que
juntos vamos a tener.
P..T..
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