miércoles, 1 de febrero de 2012

El eco de los besos.


Hola Lindura:

Por fin me reuní con la mar, fue como el encuentro de dos viejos amantes, de esos que se conocen tan bien que les basta una mirada para saber lo que quiere el otro, ella me recibió mansa y dócil al principio, para convertirse luego en una traviesa jovencita y por un momento, para que no me olvidara de quien manda, me mostró unos pequeños atisbos de lo peligrosa que puede ser su furia, unos embates casi furtivos, como una fiera que te enseña las garras, para luego guardar esas grandes olas en su interior como si nunca hubieran existido.





La travesía con vientos sostenidos del oeste de entre diez y quince millas y racheados a veces hasta de veinticinco fue una de las más placenteras que recuerdo, excepto ese par de avisos, todo transcurrió como la seda, había estudiado las cartas de navegación y previsto una ruta que puede completar íntegramente, esto es más infrecuente de lo que la gente cree, cuando uno se hace a la mar, una cosa son tus intenciones y otra lo que las circunstancias te permitan.

En cuanto dejé atrás el tráfico me sumergí en un estado de deleite casi completo, yo tengo la mala costumbre de permitir que una parte mi mente se ocupe de los pequeños menesteres que precisa la navegación, mientras la otra viaja libremente, es lo que yo llamo una inconsciencia controlada, pues en todo momento estoy prevenido, con la más mínima señal de peligro, vuelvo a usar mis cinco sentidos para solucionar la coyuntura y si no ocurre, simplemente mis pensamientos vagan, en este estado es cuando mi mente es libre y junta letras con mayor facilidad.

Ya desde que me puse a los mandos comencé a añorarte, no solo es que deseara con todas mis fuerzas que pudieras estar a mi lado, sino que no paraba de pensar que tu serías mi contramaestre perfecta, mi copiloto anhelado, la grumete más deseada, mis ojos, mis oídos, así navegué sin ti pero contigo, si de pronto hubieras aparecido y hubieras posado la cabeza en mi hombro, como tantas veces he soñado, ni siquiera me habría sorprendido, pues para mi eso hubiera sido lo natural, lo esperado, algo a lo que me quiero acostumbrar.

Así volaste conmigo cuando tratábamos de reunirnos con el horizonte, nunca llegábamos, pero eso no nos importaba, simplemente porque lo que buscábamos no era esa línea difusa, sino gozar de la mutua presencia, con la brisa arrebolando nuestros cabellos y las risas perdiéndose entre el reverberar del bramido de las olas, buscando con la mirada confirmar que el disfrute era mutuo, casi con la incertidumbre de los adolescentes en las primeras citas.


Tras la ceremonia del atraque y el posterior amarre, caminé apenas consciente hasta una pequeña terraza que colinda con el muelle, me senté y me puse a escribir estas letras, sentía tu brazo aferrado al mío, tu mirada clavada en mis ojos, una evanescencia que me envolvía, una presencia cálida y dulce, así una ráfaga acarició mis labios y sentí lo que solo pudo ser tu beso, desde la distancia, creo que fue el eco de los que yo te mandaba ayer, un escalofrío me atravesó por entero, mientras mis labios quedaron abrasados por el deseo y ni siquiera un suspiro largo y sostenido que escapó de mi pecho, pudo aliviar la quemazón que dejaste prendida en mis comisuras.


Desde un lugar bien remoto, no muy lejano a ninguna parte,
se despide con un sentido beso, por tu amor siempre nacido,
este hombre que no puede ni quiere, dejar nunca de amarte.


P..T..



Con la mar fui a reunirme en una cita bien programada,
ella me recibió alegre porque creo que mucho le agrada,
que yo venga a navegarla sin la premura del principiante,
pues lo hago ya sin prisa y con una levedad casi elegante.

Pero desde el primer instante en que la nave fue abordada,
sentí muy hondo como añoraba la presencia de mi amada,
entonces ella se puso celosa y mandó dos olas al pescante,
de pronto entendió como no hay razón de que se soliviante.

Porque aún lejos de evitar que la salga a surcar,
en cuanto yo tenga la menor ocasión de hacerlo,
mi lindura a ello me va muy de cierto a animar.

Pues cuando estemos juntos a solas en alta mar,
ella sabe seguro que yo no voy a poder evitarlo,
y nuestro mutuo deseo vamos los dos a saciar.

P..T..



3 comentarios:

  1. Marino errante
    que busca los besos entre las olas del mar,
    quien pudiera convertirse en nube
    para desde el cielo poderte mirar
    y enviarte todas las flores del mundo
    para tu amor celebrar

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    1. Y no vengas a dudar,
      que sería un placer,
      que tu pudieras amar,
      al que vienes a querer,
      para todos así gozar,
      en ese lindo amanecer.

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    2. Sabes muy bien P..T.. que siempre me haces dudar
      Voy tras unas huellas perdidas
      de unos pasos sobre el mar
      Si los encuentro algún dia lo vamos a festejar.

      Solo me pregunto P.. T..
      ¿Cómo podré averiguar , si él
      Que me espera en algún lugar del mundo
      Para irlo a buscar?
      y escapar de sus embrujos...
      que me hacen sollozar.

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